domingo, 6 de noviembre de 2011

DECÁLOGO DE LA MAGA

Y así empecé a darme cuenta que mi vida era mágica, porque yo descubría la magia a cada paso… y lo más importante, veía la misma magia en la vida de todos, pero claro, no todos la habían descubierto aún…

Los olores invadían cada centímetro de la casa y ella supo a sus cinco años que jamás olvidaría esa apacible sensación que la acunaba entre viejos temas de Frank Sinatra, soles suaves de invierno que invadían la cocina y conversaciones de adultos que tal vez un día entendería… y que seguro, ya no querría entender.
La cocina con suficiente ajo y pimentón levantaba la temperatura del mediodía y hacía que los rojos de repasadores y manteles fueran más intensos. Y ahí, dorando cebollas y morrones, en un trozo de manteca, su abuela.
¿Qué más se podía pedir?



Tal vez sería por eso, que a los cuarenta años maravillosos de vida, ella sabía que no había mejor manera de crear magia de verdad, que cocinando con firmeza, personalidad y mucha audacia para enamorar a quién cayera desprevenido entre sus sartenes, cacerolas y copas de cristal.
Había un “modo” que le pertenecía, pero como buena maga, nadie lo percibía hasta que era demasiado tarde. Después de haber tragado el segundo sorbo de aquel vigoroso licorcito de naranjas o pasados varios bocados de aquel lomo con pimientas varias y “ese algo más” que nunca quería confesar; mientras desafiaba a todos para que lo descubrieran. Nunca se supo si los incautos jugaban adrede el juego de la adivinanza o si se dejaban engañar porque era inmensamente dulce el engaño.




Ni que hablar de los días en que horneaba pan, hasta los vecinos apuraban su paso en la vereda para alcanzarla y comentar: “¿hiciste pan, hoy?”.
Ella sonreía como asintiendo, pero sin mencionar palabra porque eso, también, era parte de la magia.
Uno de sus viejos amores se lo había confesado sin empacho: “me enamoró tu pan de queso azul al orégano”… y ella aceptaba el piropo, no por el ego satisfecho en la preparación de la buena comida, sino por saberse capaz de crear en sus dos metros de cocina cosas capaces de hacer morir de amor al mismísimo hombre de las nieves.


No había mejor regalo para esa dama mágica que un pimentón de Turquía, o un trozo de chocolate puro de Colombia; y quién bien la quería y la conocía sólo llegaba a su corazón con un regalo como ese. Porque ese era el punto, no era fácil llegar a su corazón… como ella llegaba al de cualquier mortal.
Siempre comentaba; “los mejores regalos que recibí en mi vida fueron varios: una paleta de madera para cortar la masa de pan leudada, 5 kilos de harina con afrecho recién molida y todavía tibia de un molino de San Juan, un pequeño frasquito de pimentón de Turquía, un trozo de chocolate puro que le trajo Juan de Colombia, un libro de recetas de cocina con flores, un pequeño queso casero de la campiña francesa que llegó con una botella de “verde Chatreuse”… y ahí decidió parar de enumerar porque reconoció haber recibido mucho y que Dios había sido más que generoso con ella. Y otra vez pensó:

¿Que más se podía pedir?

Entonces lo supo: era hora de enseñar a la gente a pedir.

Había que ser preciso con los deseos y las intenciones.
Había que enseñar a amar, si era necesario…
…y era necesario.


No era cuestión de reclamar un trozo de queso, había que hacerse responsable del pedido: “¿qué queso se deseaba exactamente?”. Y esa gente que tan displicentemente dice “tráigame lo que tenga”.
¿Pero tienen una remota idea de la infinita cantidad de posibilidades?
No. No la tienen.
Por eso supo que su misión iba más allá de enamorar desde una sopa de zanahoria y jengibre o un suave paté al champagne… había que empezar desde más atrás.

Para crear magia cada uno en su propio corazón, había que enseñar a los mortales a bucear en sí mismos hasta que supieran a ojos y oídos cerrados qué es lo que querían… eso sí, paladar y olfato, deberían pasar algunas pruebas necesarias con exámenes rigurosos que seguramente harían sucumbir en más de un pecado fulminante a más de uno.
Así que se puso manos a la obra.
Comenzó por anotar en un cuaderno sus primeras experiencias “EXITOSAS”, guardando en unos papelitos doblados en varios pliegues los fracasos… porque los hubo… debía confesarlo. Esos fracasos habían sido muy importantes, la llevaron a reconocer porqué no se había producido la magia, y así también en la primer hoja de aquel cuaderno, comenzó a anotar, EL DECÁLOGO. Ustedes preguntarán “¿decálogo de qué?”.



DECÁLOGO DE LA MAGA.

Y entonces el primer renglón dijo:

1° - Jamás deberá intentar la cocinera preparar nada durante un desengaño o despedida. En esos días nada mejor que una rodaja de pan con manteca y sal y mucha agua para reponer lágrimas.

Pero yendo a los éxitos, que fueron los que primero anotó, recordó la primera vez que cocinó para su primera suegra… (la única que había tenido, ya que hubo segundo marido que vino desprovisto de madre…)… como les decía; la receta fue simple y contundente, algo FUNDAMENTAL para una primera vez, se trate de suegra, marido o futuro enganchado…
“Sorrentinos de ricota y jamón a la crema”. Toda la mañana en aquella cocina fue para ella y sus sorrentinos, no le importó demorarse en detalles tales como el perfecto y exacto condimento del relleno de la pasta, ya que no hay detalle que quede más a la vista que el “relleno insípido” de una pasta “rellena”…
Y luego la crema, que no por ser “crema” debía ser un detalle menor, había que esmerarse mucho más que con una salsa con cuerpo, ya que lo sutil tiene un grado de exactitud mucho más difícil de alcanzar.
El detalle impactante: pan casero preparado “a la hora señalada” para que al arribo de la invitada, cada dulce rincón de aquel hogar oliera profundamente a pan… después de todo ella se había apoderado del corazón de su hijo, así que había que darle consuelo y sosiego a esa madre… aunque fuera una suegra.
No compró flores fuertes como había hecho en otras ocasiones, ni fresias, ni jazmines que distrajeran el olfato. Todo esfuerzo se concentraría en la cocina, porque allí se gestaría la magia y por ser la primera vez, no se podían correr riesgos.

Así surgió el segundo punto del decálogo:

2° - la primera vez de una visita no deberá ser JAMAS el primer intento de una receta.

“VÍSTEME DESPACIO, QUE ESTOY APURADO”… ¿lo dijo Napoleón? Siempre me confundo…

Con el tiempo aprendió muchas cosas indudablemente, pero una, le llevó varios olvidos; hasta que por fin comprendió que los mejores inventos salen de los apuros, pero… “debemos anotar aunque sea en el reverso de una revista vieja, ¡qué fue a parar a la olla!”, porque casi con total certeza, será una de las mejores recetas de nuestra vida que luego no podremos recordar.


Un mediodía, mientras trabajaba en la hostería de su amada amiga Mirta, con el comedor lleno de gente y las hornallas al rojo vivo, llegó un comensal de esos “dieciocho tenedores” y pidió expresamente una pechuga de pollo con algo diferente. No quería nada de lo que figuraba en la carta… y eso que era más que surtida y delicada…

Ella dijo: “déjenmelo a mi”.

Fue a la parte de atrás de la cocina, donde se encontraba el especiero y miró esos frascos como si pudieran hablarle. Después de unos segundos y de producirse un intercambio increíblemente extraño de información entre polvos, semillas, su intuición y sus ojos verdes, tomó sólo cuatro: pimienta negra, canela, jengibre y semillas de amapola.
Eligió a las apuradas una sartén bien curada y derritió un trozo generoso de manteca, mientras acondicionaba una pechuga de pollo. La selló dorándola y rescatándola antes de que el vestigio de la manteca se amarronara. Allí mismo puso un colchón abundante de fetas de manzana y luego sobre ellas la pechuga nuevamente, bajó el fuego, hecho un chorro de salsa de soja y los condimentos … “con exceso de jengibre”…, tapó la sartén para que el vapor hiciera lo suyo y cuando el olfato le dijo que era el momento, destapó, roció con dos cucharadas de crema de leche y finalmente al llevar al plato, salpicó un puñado de semillas de amapola… que ayuda a los mentirosos y desmemoriados a decir la verdad… “como desafiando al comensal” a que se animara a decir sin tapujos que ¡aquello no le gustaba!



¡¡Aahhhh… casi me olvido!!
Mientras el vapor hacía lo suyo, preparó arroz blanco, con un breve sofrito de muy poca cebolla, almendras, pasas y una raspa de cáscara de mandarina… y recién ahora el plato estuvo listo.

Y por supuesto, llegamos al tercer punto del DECÁLOGO:

3° - No te metas con una cocinera en medio de su creación, sólo te arriesgarías a que te convierta en sapo, con orejas de murciélago y cola de ratón.


Tal vez crean a estas alturas que el amor para nuestra cocinera, era algo recurrente y cotidiano… ya lo averiguaremos, sólo les recuerdo que no era tan fácil llegar a su corazón; se los dije en la primera página, ¿lo recuerdan?
Por los días del pollo con manzanas nuestra maga estaba descubriendo que el silencio y el sosiego también hacen a la formación del mago. Aprendió sobre el placer infinito de correr hasta la huerta para tomar el ramillete adecuado para esa carne de cerdo, o ir por la albahaca necesaria para el mejor pesto del mundo: “el de la abuela” (que aunque malagueña hasta la médula… hacía el mejor pesto italiano que había probado; en realidad, desde los ocho años, cuando lo probó por primera vez supo que no era necesario perder el tiempo en cataciones innecesarias: ERA EL ÚNICO).
Muchas veces la escapada a la huerta se demoraba ya que dejaba que su tercer ojo culinario reposara sobre plantas y flores, decidiendo si se animaba a alguna excentricidad como unas milenramas para la ensalada de frutas, unas lavandas para el pollo o los ricos ramilletes de flores de sauco que Susana traía de su jardín para hacer esa refrescante bebida de comienzos de verano… pero bueno, lo de Susana era “corrida de otro costal”… volviendo al tiempo que se detenía en la huerta, aprendió a vivirlo, porque hay que animarse a detener el tiempo y no morir en el intento.
Primero, dicen los magos, que todo alrededor se va como amansando, como si lo vertiginoso que nos rodea cambiara de velocidad… a veces si estamos muy atentos vemos violentos cambios de color en el cielo o algún arco iris increíble se forma alrededor del sol… ¿entienden lo que les digo?
AL-RE-DE-DOR… así que no hay ningún extremo con un enano sentado sobre una bolsa de oro.
En otros casos, si la detenida del tiempo ocurre de noche, pueden verse dos estrellas fugaces con cola y todo… esta circunstancia en particular es de absoluto cuidado, sólo si estamos “muy bien acompañados” no nos iremos a otra dimensión porque si no… no sé, yo siempre he estado “bien acompañada”.
Pero el tema era el tiempo.
¿Se animan a detenerlo?
¿A detenerse?
No hagan trampa, no digo detener un reloj, extraño y ridículo elemento que crearon los humanos para medir lo inmedible…
Hablo de respirar profundo, cerrar los ojos y dejarse caer de espaldas sobre un matorral de amor sin medida.
ESO y SÓLO ESO puede hacernos vivir en esa otra medida de tiempo, la real, la que aún Dios no se ha animado a confesarnos; pero que les aviso, en estos días que pasan… ¡¡ESTÁ TENTADÍSIMO!! Se le escapa de los labios…

¡Uuuuyyyyy perdón! Dejamos a nuestra amiga en la huerta, hipnotizada por la ausencia de tiempo que la había dejado parada junto a las plantas de albahaca…única planta capaz de develar el secreto más cotizado: “saber si nos aman de verdad”.



¿Cómo?
No se los voy a decir ahora… pregunto a la maga si me autoriza y se los digo.
Mmmmmmmmmm… dice que por ahora no, tienen que seguir leyendo y “creyendo” un poco más.

Sin darnos cuenta, llegamos al cuarto punto del sabio Decálogo.

4° - sólo si estás dispuesto/a a comer de tu propia magia, aprenderás cosas nuevas y el conocimiento llegará a ti como una ráfaga del perfume más exquisito que te lleve justo al día que amaste de verdad por primera vez.

Y después de redactar el cuarto punto, nuestra maga se enfermó.

Se preguntarán porqué. ¿Se acuerdan que les dije que no era fácil llegar a su corazón? Pues bien, había algo muy importante que aún debía aprender ella misma: AMAR y SOLTAR.
Disfrutaba viendo como los amores caían en su magia, pero ella aún no había probado sus manjares… y una tarde, la luz del sol, lastimó sus ojos, tanto que tuvo que cerrarlos por varios días para no quedar ciega por el intento, y como si esto fuera poco, su corazón casi se detuvo. Los médicos no comprendían lo que le pasaba, hasta que otra cocinera muy experimentada preguntó: ¿qué fue lo último que comió?... y alguien recordó que habían sido unas rodajas de su pan de kummel y centeno.

¡¡Pobre mujer, no paraba de persignarse!!... mientras desesperada buscaba entre sus propios viejos libros y cuadernos de cocina. Todos la mirábamos sin comprender y ella no paraba de repetir:

- ¡¡tenemos que salvarla, tenemos que salvarla!!

Con una mezcla de curiosa morbosidad me animé a preguntar de qué había que salvarla, pensando en alguna posible intoxicación por centeno, como había ocurrido hace siglos… pero por suerte y para “sorprendente sorpresa” de todos… aclaró:

- hay que evitar que se vuelva invisible y desaparezca.

Las miradas de los presentes aquella tarde, con ceja derecha muy levantada y todo, presupusimos que la “intoxicada” era la vieja cocinera. Pero antes de acusarla con dedo acusador como corresponde a una acusación fundada…el mismísimo médico aún presente, dijo:

- es verdad, mi abuela siempre decía que centeno y kummel provocaban ¡¡INVISIBILIDAD!!

Y donde manda médico, la tropa obedece… excepto tengamos una maga-cocinera a mano, que en ese caso, superaría de lejos y por varios cuerpos la sapiencia del galeno.
La vieja cocinera volvió a tener el cetro de nuestra confianza inquebrantable y la consultamos sobre la sanación…

- hay una sola posibilidad de salvación

- ¡¡La que sea!! – respondimos a coro…

- No es fácil que se produzca la combinación perfecta que debe ocurrir – aclaró la experta…

Nada podía ser tan difícil
Y avanzó… aún más.

- “beso en la frente de amor pasajero… y que ella acepte mirar las estrellas con el
amor que llega al día siguiente…”

Pensándolo bien, tal vez fuera “imposible”, más que difícil. Yo pregunté si no había un tecito de algo, ya que hay tes para todo y yuyos que realizan hechizos, pero parecía que mis consejos no sólo eran del medioevo, sino que además nunca habían servido de nada… ni a la mismísima Julieta Capuleto, la habían salvado de la muerte.

Así que donde manda cocinera, no manda médico, y dónde sana estrella, no corta ni pincha un yuyal… supe que mi labor por esos días era sólo de escucha y escribiente, y no dí más consejos.
Mirta, recordó rápidamente que ese día, antes del pan de kummel, nuestra maga había sido besada realmente por un amor pasajero y hasta había ¡¡llorado y todo!!... ahora sólo faltaba abrirle los ojos y esperar que al día siguiente llegara el verdadero amor… pero que además miraran juntos las estrellas...
¡¡Demasiado!!

Será cosa de Mandinga, pero como buena maga que era, todo el Universo le jugó a favor y al clarear del día siguiente nuestra heroína, con anteojos negros salió de sus aposentos, llegó con un pequeño perrito lazarillo hasta la cocina y pidió una rodaja de pan con manteca y sal, más dos vasos de agua, sabiendo claramente que ese día no podría cocinar y que había que reponer las lágrimas lloradas.
Mientras esto pasaba en la cocina, ninguno de nosotros imaginaba que por la puerta principal del castillo, estaba ingresando “el sapo salvador”… digo, el afortunado y nunca bien ponderado, hombre que la salvaría de la invisibilidad total.

El sapo… ¡¡ayyyy, perdón!!... estoy tan nerviosa… el bello hombre fue recibido como un príncipe en el despacho de la reina Mirta y su sacerdotisa personal, Wendelina.



Mientras tanto la dulce maga buscaba infortunadamente su pulso que había desaparecido de muñeca, yugular y estetoscopio para ir a parar vaya a saber a dónde…
Como estaba hecha una piltrafa a punto de pasar a otra dimensión, pensó que lo mejor era comenzar a despedirse de todos y hasta quiso sacarse fotos para recordar cómo era su forma humana, así que cámara en mano salió de la cocina para visitar a la reina y su sacerdotisa en su despacho, sin saber que ellas estaban dando una cálida bienvenida al “hombre de las estrellas”.
Como si no fuera casualidad, cuando ella entró a la habitación “ni lo vio” (esto le pasa a la mayoría de los seres humanos, que se niegan a reconocer la verdad cuando la tienen delante de sus ojos).

Cabe la acotación a esta altura… que la sabia abuela de esta maga, no paraba de decirle:
“nena, un día, vas a dar vuelta la esquina y va a estar el hombre de tu vida”; frase suficientemente poderosa, como para buscar al amor de su vida sin parar de dar vueltas incesantes a millones de manzanas y sin suponer que tal vez pudiera estar, por ejemplo, ¡dentro de un despacho!

Continúo con la novela… perdón con la resolución del decálogo, porque todo esto es sólo para hacerles comprender el valor y el peso del citado documento.

Dicen las malas lenguas (y yo no estaba, cuando lo dijeron…) que cuando la maga giró la cabeza a petición de la reina para observar al hombre recostado sobre la pared, un estallido de luz brillante se produjo alrededor de ellos. Esta parte de la crónica pertenece a la sacerdotisa de la reina… como sea… de allí en más nadie quiso presionar nada, pero todos menos los protagonistas esperaban con incrédula impaciencia que llegara la noche… Y QUE NO ESTUVIERA NUBLADO!!

El día fue largo y extraño… ya que un par de veces, distintas personas estuvieron conversando con la maga y decían que de pronto, se desvanecía en el aire, y luego aparecía en otro lado. Nuestro hombre en cuestión, inclusive, fue uno de los sorprendidos, ya que después del fulminante encuentro que pasó desapercibido por supuesto para ellos, acompañó a la “evaporada” a juntar frutas a la huerta y al jardín y dos o tres veces desapareció ante sus ojos…

Y la noche llegó… con ESTRELLAS y todo.
Las nubes fueron tan buenas, que se quedaron bien pegaditas al suelo... para que esa noche el cielo brillara con toda su intensidad...



La maga no sabía lo que le esperaba, pero la vieja cocinera, fue echando a todos de la cocina hasta que sólo quedaron el hombre y la maga, a quienes sugirió, como “quién no quiere la cosa” y sin empujarlos a nada… que se fueran a mirar la luna y las estrellas.

- lindo programa,- dijo la maga – pero aún sigo con anteojos negros, no tolero ni el brillo de las estrellas…

El hombre, que por supuesto, aún no sabía nada, ni sentía nada, como suele ocurrirle a casi todos los hombres que son los últimos en enterarse que un tren va a atropellarlos… no se dio por aludido y partió hacia la noche cerrada, mientras que nuestra cocinera daba la sentencia final:

- nena, sacáte los anteojos, y andá a mirar las estrellas porque el tren que va a atropellar a ese hombre, vas a perderlo vos…

La maga como buena cocinera, y en total estado de “perejila” (palabra de lenguaje autóctono que significa: distraída, adormecida… por no decir “tonta”), entrecerró sus ojos, achinándolos, como preguntando: “¿qué decís?”…y dijo:

- ¿qué decís?

- Que te vayas a dormir, que ya es tarde.

Y como suele ocurrir en estos casos, cuando los mortales no paran de equivocarse y andan con anteojos negros, el sabio y perfecto Universo, hizo de las suyas. Encendió algunas estrellas más en el cielo y a las ya existentes, les subió el voltaje. Dicen que esa noche, la Central Hidroeléctrica de Embalse Río Tercero se recalentó.
Yo no sé si fueron las estrellas, el animarse a sacarse los anteojos, el tren que venía como los bomberos o la Central a punto de explotar… la cosa es que sin saber cómo, llegamos al quinto punto del Decálogo:

5° - no podrán mezclarse jamás, centeno y kummel en maga a punto de recibirse, porque se producirá invisibilidad, que sólo podrá ser reconvertida con amor en puerta y cielo estrellado.

¿Qué?

¡¿Que quieren detalles…?!
Que vivarachos…, yo también los quiero, pero parece que todavía la maga se anda cambiando anteojos para ver mejor… lo que sí les digo es que le han sacado el frasco de kummel de los alrededores para evitar sobresaltos…

Mientras la historia de la maga se define en posteriores capítulos, que intuyo, esperarán con cierta ansiedad, les cuento de dónde había venido aquel kummel que ahora se encuentra desaparecido en acción.
Holanda es el mayor productor de kummel del mundo y también el que más cuida y vigila su consumo. Esto lo sé, porque esta historia me la contó Wendelina, la que vio el destello, la que sabe el final del cuento, la de Amsterdam… ¡¡la sacerdotisa!!
Lean…

“Magia”

En una pequeña isla de Holanda, llamada Ameland, crecía una planta que nadie tocaba por temor a volverse invisibles.
De padres a hijos y de hijos a hijitos, había andando aquella historia que hablaba de la invisibilidad que se lograría, tomando sólo una taza de té de alcaravea. Cada uno incluso, podía recordar por lo menos una historia real sobre algún pariente lejano, que había conocido a otro pariente mas lejano que había perdido su corporidad al beber té de alcaravea. Incluso algunos sabían de una prima o tía abuela que había sazonado el chucrut y al primer mordisco, se había vuelto invisible de la cintura hacia abajo. Era lógico no se lograba el mismo efecto con toda una taza de infusión que con un solo bocado que contuviera una o dos semillas.
Si bien todos le temían, en ningún hogar de cada pueblo de Ameland faltaba en el especiero un frasco con semillas de alcaravea.
Más que un condimento, era una especie de promesa viviente de su poder y del respeto que le debían a todos esos familiares invisibles que en algún lugar de la isla estarían, vaya a saber viviendo qué vida...
Pero fue en Nes, diminuto pueblo verde y llano, tan llano como la hierba del invierno; que se produjo el conjuro.
Una tarde Marietje, invitó a todo el pueblo y también a él, a festejar su cumpleaños.
Amigos, vecinos y parientes, ...(en realidad casi todos eran parientes, menos él), llegaron puntualmente a las cinco de la tarde. Para sorpresa de los invitados, Marietje no estaba en casa. Era curiosa esta situación, dado que era conocida por todos, la deferencia de la anfitriona.
La mesa servida con las tazas de porcelana, la tetera humeante, los janhagel aún tibios y unas riquísimas tortas, invitaban a sentarse.
Pero, dónde estaba la homenajeada?
Los invitados, conciliando un acuerdo inexistente, decidieron esperarla un tiempo prudencial, que limitaba con sus deseos de sucumbir ante los manjares servidos.
Después de esperar un rato y estando casi todos presentes, alguno sugirió comenzar a sentarse y servirse una taza de té, antes que se enfriara, ... el té y los janhagel.

Uno a uno, comenzaron a desaparecer...
Y cuando no hubo nadie en la bella mesa, se escuchó la voz de Marietje , que comenzó a contar su historia de amor...
... esa había sido la única forma que encontró de hablar ante su enamorado, era tanto su pudor, que no podía mirarlo a la cara para confesarlo.
Sólo una cosa no había tenido en cuenta, que al volverse invisible, jamás podría besar y abrazar a su amado.
El, que ahora también lo era, le respondió que hacía mucho tiempo la estaba esperando.
Un sol extrañísimo, por aquellos días en Ameland, entró por la ventana, los iluminó con luces de arcoiris y les dio forma humana nuevamente.
Por eso todavía, en algunos pueblos de Holanda ... y del mundo, comemos sólo una semilla de alcaravea, para animarnos a decir, “te amo” , siempre que el sol brille, tras una ventana en ese atardecer.


A esta altura, cabe contarles el secreto de la albahaca, mientras la maga dormita… o por lo menos eso creemos… mientras de vez en cuento y de cuento en vez, salen destellos dorados de su cuarto… mágico, por supuesto.

Existió una diosa en Haití, que conocía el poder de la albahaca. Esta diosa, pasaba horas en su jardín, arrancando hojas de la planta y frotándolas sobre su cuerpo; sin descanso, hora tras hora… y al volver a palacio, los hombres la seguían sin poder escapar del hechizo… dicen que llegó a amar a mil hombres en una sola noche.
Pero esto no es todo… ni lo más importante.
La diosa, cuando buscaba amor de verdad, ponía una sola hoja de albahaca sobre la palma del elegido, si la hoja se achicharraba rápidamente, ella sabía que no había ninguna posibilidad de soñar con ese hombre (¡¡porque las diosas también sueñan!!), pero si la hoja permanecía fresca y entera, “había amor en puerta”.

Tal vez sería buen momento para llegar a paso corto y silencioso al sexto punto del Decálogo, mientras continúa la siesta de la maga entre perfumes frescos de albahacas y destellos dorados de atardecer. No tengo que aclararles que este es un buen momento para practicar la paciencia… ¿cómo?:

6° - Sentarse fuera de la cocina, con un frasco de lentejas y contarlas en silencio, una por una. Dicen que el número que da cuando llega la persona que estaban esperando, es el número de años felices que tendrán en su vida… Les aseguro que querrán que la espera sea larga.



Y la maga cocinera, finalmente despertó. Salió de sus aposentos sin anteojos negros y con una sonrisa evidente de que volvería a cocinar sin impedimentos afectivos ni de ningún tipo. DE NINGÚN TIPO. Ni bajo, ni gordo, ni morocho, ni rubio, ni sapo…
Pero si ustedes creen que todo está resuelto y que hemos llegado al “colorín colorado”, no han aprendido nada de nada.
Esa tardecita, la maga preparó “pestiños”… vieja receta heredada de su abuela, que son unos bollitos dulces muuuuuuuy ricos que llevan anís, primo hermano del kummel… y todos temblamos nuevamente. Pero parece que eran sólo primos y ese parentesco no hacía compartir el ADN de la invisibilidad… ¿pero saben qué?... si compartían la magia. Y más tarde cuando el príncipe despertó en los aposentos de la maga… otra sorpresa: “había perdido la memoria”. Y no hubo pestiño, ni kummel, ni anís que se la devolviera… alguien lo sentó en la puerta de la cocina a contar lentejas y él no entendía nada, así que esa mismita noche se quiso volver a su casa.

La maga que no paraba de cocinar, no se preocupó para nada y calculando que ya estaría en viaje, le mandó un mensaje de amor con un beso, por medio de mensajito de texto, al que él contestó: “¿¿quién sos?? ¿Nos conocemos?”.

¡¡HORROR!!

La maga creyó por un instante que enfermaría de nuevo… pero no fue así… supuso que era una broma, y que su príncipe era un bromista bárbaro y al rato la sorprendería con un: “jaja, te agarré, era broma”… la cosa es que a la noche, la maga se nos fue a dormir otra vez, agotada de tanto brinco de la siesta; no se olviden que hacía mucho que no brincaba.
Y aunque no lo puedan creer, se olvidó del príncipe chistoso y soñó…

Al despertar no supo quién o qué le había hablado, pero anotó sin papel, en un azulejo de la cocina, el séptimo punto:

7° - No todo lo que reluce es príncipe, no todo lo que vemos es real, ni lo que no vemos no existe. Para la falta de memoria monárquica o de simples mortales: te de rosas y jazmines con medialunas de jamón y queso.


(jajaja…) Perdón, ¿qué esperaban?

Volviendo al relato…
Le gustó tanto lo de “ver y no ver”, lo “real y lo soñado”, que buscó en sus sueños si había algo más que aprender, antes de seguir mandando mensajitos de texto y engrosando las acciones de las telefónicas internacionales y decidió empezar a comunicarse con quién quisiera escucharla, directo y sin antenas, desde su corazón.
Avisó a todos que necesitaba una cura de sueño y con un vasito de agua de rosas y unos pistachos bien salados, se fue nuevamente a su cama. Dejó el celular del corazón abierto, por si alguien tenía algo que decirle y se entregó a los brazos de Morfeo, que ya se relamía de abrazar a semejante maga…pensando incluso, que deseaba algo más que abrazarla. Pero nuestra maga sólo esperaba un sueño “comunicador”, así que le avisó a Morfeo, que al lado tenía otra cama y que él se acomodara allí, sin molestarla con el abrazo.

Al despertar vio a Morfeo durmiendo como una marsopa y recordó a su príncipe del día anterior… volando sobre su aroma, … cuánto le había gustado el latido de su corazón sobre su pecho al dormirse; sintió que nada mejor que un hombre de las estrellas a un Dios amarsopado. Vio también en la mesa de luz, su teléfono celular, aparato ridículo y sin sentido, ya que había aprendido a comunicarse de otra manera y decidió dejarlo junto a Morfeo, pensó que eran “tal para cual”. Ya iba de salida, cuando el aparato multinacional sonó… era el príncipe que le pedía perdón, había recuperado la memoria y agradecía el beso enviado la noche anterior… ella sonrió, pensó que las telefónicas no eran tan malas ni monopólicas y que después de todo Morfeo merecía seguir durmiendo, mientras ella se iba a la cocina a preparar aquel vino de anís para el amor, que hacía tanto tiempo no preparaba, ni tomaba…

Entró a la magia por la puerta del costado…como para que nadie la viera fue directo al especiero… y tomó como en otros tiempos el frasco de anís y el de kummel. Todos aún dormían y nadie supo lo que hacía, excepto yo, que como buena buscadora de historias no pensaba perderme ni un detalle de esta. Preferí no interrumpirla y sólo espié, arriesgándome a los resultados, e inclusive a ser una de las perjudicadas… ¿perjudicadas?... ni yo lo creía… ya que ya estaba deseando, tomar un sorbo de lo que sea que saliera de aquel caldero…
Desde mi escondite, vi claramente cuando colocaba una taza pequeña de anís y otra de kummel, después puso dos tazas grandes de azúcar y dos botellas de vino tinto… lo dejó hervir un rato revolviéndolo, hasta que finalmente lo sacó del fuego. Creyendo que todo estaba listo, me acerqué a ella, que me miró sobresaltada, y me preguntó si yo era la “reina de corazones”… respiré profundo antes de juzgar y contestar, y entonces la maga, comenzó a reír a carcajadas: “vamos reíte”, me dijo… “ya sé que no sos la reina de corazones, porque esa fue mi abuela”. Me reí sin ganas, como para complacerla y ella me aseguró que si quería probar el brebaje, tenía que esperar a que enfriara y que la magia de la luna terminara de bajar hasta el líquido elemento, de lo contrario, si lo bebía así, corría serio peligro de penar por las consecuencias.
Mientras pensaba en “las consecuencias”, me acordé de mis reacciones de niña, que ante semejante advertencia, sólo hubieran adelantado el momento y beber inescrupulosamente sin importarme nada; pero me até las manos a la espalda, y esperé ese “no sé que” que debía agregar la luna al elixir del amor.
La maga, mirando mis manos en la espalda, me pidió una lapicera y anotó:

8° - para preparar elixires mágicos, hacerlo uno o dos días antes de la luna nueva, así al llegar ese momento, ella será la encargada de terminarlos en noche oscura, noche de secretos… entre el vino y la luna.


Por las dudas y recordando todo lo ocurrido preferí esperar y ofrecer ayuda, pelando unas cebollas, que era lo más especializado que podía ofrecer…

Esa semana pasó casi sin darse cuenta de los tiempos, ni de las ausencias. El príncipe pululaba por el país en sus misiones itinerantes y ella cocinaba hechizando a más incautos de los que se imaginan… no se olviden que ella sabía hacerlo muy bien. Claro que para estas alturas no tenía ninguna mala intención (para ser sinceras, nunca la había tenido), pero vi con mis propios ojitos caer “al más pintado”, mientras soñaba acompañándola a juntar lavandas o desflorándolas (a las lavandas); más de un intrépido caballero probó aquel elixir después de las cenas que se extendían hasta que Morfeo venía a buscarlos de a uno en uno… claro que Morfeo seguía intentando llevarse a todos a dormir temprano, para luego colarse en los aposentos de la maga… pero ella, nada. Sólo imaginaba el reencuentro con el príncipe, que a estas alturas, algunos miraban con recelo, como creyendo que la maga había perdido la cordura por él.
Yo, como buena aprendiz, aún confiaba en ella, y sabía que su cordura estaba intacta.
Hubo rosas, chocolates, poemas, hasta cartas de amor de todo tipo de caballeros!!... pero ella prefería ayudar a embrujar a otros corazones.
Una tarde llegó de una comarca vecina, una niña atormentada por amores, venía a ver a la maga, sin intermediarios.

Se fueron a caminar por la sierra, mientras el sol casi se despedía de ambas. Intenté seguirlas, porque moría por conocer sus palabras… pero supe lo inapropiado que sería animarme a tanto; así que las vi alejarse, pensando en la noche que ya llegaba y la falta de luna… no se olviden que era noche de luna nueva.
A las pocas horas alguien reparó que la comida no estaba lista, y nadie sabía donde estaba la maga, yo avisé lo poco que sabía, se había ido con una joven hacia el bosque.
Lo que comenzó con una pequeña alarma, terminó con todos los bomberos buscando a las dos mujeres por los bosques oscuros y fríos en aquella noche de septiembre. Desde el panadero hasta los chicos de la escuela habían salido con linternas a la búsqueda.
Todos empezaban a tejer historias de esas que no se escuchaban hace años, sobre seres del bosque que roban mujeres hermosas y a medida que las horas pasaban, las tramas de esos relatos, se volvían más truculentas y reales… cada uno de ellos recordaba por lo menos un caso con nombre y apellido… y tratándose de la maga, sería más difícil que la dejaran volver.



Para mi, sin querer contradecir la idoneidad de los lugareños, ¡era todo lo contrario! si había alguien que podía escapar de esa situación, con su magia bien plantada, era nuestra heroína. Entré a la cocina y encontré sentada a la mesa, tomando unos mates, a la vieja cocinera, a quién habíamos dado el cetro de la confianza unos días atrás y supe que sólo ella sabría a que atenernos… así que sin más vuelta, pregunté:

- dígame, señora… ¿usted sabe realmente lo que está pasando?

- Nena, vos ya aprendiste algo con esto de escribir… así que debés saber la respuesta…

- Bueno, no exactamente – confesé.

- Entonces, vení, sentate, tomá unos mates conmigo y esperá que pronto todo se va a solucionar…

Lo único que me daba verdadera tranquilidad era ver su estado sereno y despreocupado.
A las dos de la mañana ella seguía cebando mate y todos cada vez más preocupados y confundidos. Por mi parte el nerviosismo me ganaba a cada segundo, pero cuando eso ocurría, la miraba a ella que me guiñaba un ojo…
Las cosas que se escuchaban en esa cocina, eran terribles, quitarían el sueño al mismo viejo Morfeo que había dejado de hacer vigilia en la puerta de la maga y andaba rondando por el jardín, acercándose cada tanto a la puerta de la cocina para preguntar si había novedades. Uno de los pretendientes de la maga, ya había dicho que era hora de llamar a los medios, para que avisaran por la radio del pueblo que estaban en alerta.
Realmente se veía a ese pobre hombre más que preocupado, no era para menos, hacía varios años que sabía de la magia de aquella mujer, pero nunca había mencionado sus sentimientos y ahora ese príncipe valiente que había venido a robársela… no por lo del bosque… sino, “emocionalmente robársela”…

La angustia estaba ganando la situación, y las lágrimas habían acabado con cuánto pañuelo de papel había; cuando imprevistamente, se abrió la puerta de la cocina y maga y muchacha entraron como si nada…
Hasta se asustaron al ver las caras compungidas de tanto vecino extrañamente reunido en la cocina de palacio a las dos de la mañana…




- ¿qué pasó? – preguntó la maga – ¿murió alguien?

- ¡¿Dónde estabas?! – dijo el hombre de los sentimientos ocultos…

- Charlando, caminando… teníamos que conversar – dijo sin que una mueca se le dibujara en el rostro.

De a poco todos se fueron yendo a sus casas, yo miré a la cocinera, que me hizo un gesto como quién cursa su postgrado de especiería y sabe tanto de todo que no necesita siquiera reencarnar y que ya va camino al Paraíso de las cocineras, como diosa, por supuesto; la maga, como si aún tuviera trabajo por hacer y como si fueran las tres de la tarde, acompañó a la joven mujer hasta la tranquera y vi como al pasar, que ponía en su mano unas hojas de albahaca real. Al volver, me la cruce, le pregunté si todo estaba bien y sólo me sonrió, con un comentario dicho entre dientes…

- mirá que Morfeo anda con ganas de quitarle el sueño a alguien, y vos ya estás casi lista para ser el premio de cualquier dios…

Me fui a dormir haciéndome la que no entendía, pero le devolví una sonrisa cómplice y le pregunté si tenía alguna hojita de albahaca perdida para mi, me dijo que no me lo aconsejaba, que era sólo para casos de extrema necesidad, que prefería charlar conmigo al día siguiente, sobre la historia que aún no había comenzado.
¿¿Cómo podía saber ella cuál era la historia que aún no había comenzado… si aún no había comenzado??

¡¡Era maga… por supuesto!!


A esta altura había empezado incipientemente a obsesionarme saber cómo se construía a ella misma…no era fácil mi tarea, porque en realidad ni yo misma sabía qué estaba buscando y aparentemente, ella tampoco.
Había sembrado su semilla en mi. ¿Cómo era esto de querer contarme una historia que no había ocurrido todavía?
¿Qué quería decirme?
O acaso si lo decía… ¿ocurriría?...

La mañana amaneció brumosa y gris, todos envueltos en una nube profunda que no permitía distinguir un árbol de otro… una lavanda de una albahaca… ni una oveja de un zorro. Tuve sensación de desorientación y desapego. Sentí que cualquier cosa que ocurriera en aquel día sería real pero muy alejado de lo que yo había conocido hasta ese momento como realidad. Mi primer temor fue sentir que nada podría controlarse, ya que mezclar los efectos de una lavanda y una albahaca tal vez sería una verdadera calamidad.
Una, provocando el sueño dulce y delicado desde sus flores liláceas y perfumadas, y la otra induciendo a la pasión desde sus hojas verdes profundas…
¡Que desastre!
Mientras estos pensamientos mañaneros me consumían, apareció ella con una sonrisa enorme y mansa, como sus conjuros y su “ir penetrando”. Acababa de descubrir algo, nadie se daba cuenta realmente, cuánto había calado en ellos mismos, hasta que ya estaban atrapados por sus historias y su sabiduría… pero por otro lado, no era exactamente “atraparlos”… era seducir tan acompasadamente que todos caían en un sueño reparador que alivianaba sinceramente sus propias vidas. Era una siembra incesante de amor puro.


Al entrar a la cocina, donde yo me desayunaba con unos mates que a esa altura eran tibios y “lavados”, me saludó con una sonrisa y un abrazo… sin palabras… y me dio un pequeño papel doblado en ocho partes.
Al abrirlo leí:

9°- La vida está comenzando en este momento, respira profundo y bebe una taza de te de enebro y naranja. La sutil magia de cocina bajará por tu centro vital hasta que alma, mirada y cuerpo, sincronicen.

Y así como sin pensarlo comenzó el día…
La nube, cerca del mediodía, había desaparecido; como si todo lo que hubiera ocurrido en aquellas horas, necesitara quedarse en el anonimato de lo nebuloso. Y creo que así fue.
Los días siguientes transcurrieron. Hubo algunos que parecían revivirla y otros en los que se sumergía en una extraña melancolía, que mucho más tarde descubrí no lo era; eran los días en los que ella, la maga, necesitaba refugiarse porque todo lo que salía por sus poros, enviado directamente desde su alma de princesas y dragones, debía ser recopilado de alguna manera, e indudablemente ella prefería el aislamiento para no perder ni un solo detalle de aquello que le brotaba.

Una tarde, llegaron los chicos de la escuela primaria del pueblo a invitarnos a todos para las fiestas patronales.
Y por supuesto, fuimos.
Al ir llegando a pie, por la ruta, que rodeaba el cerro hasta la escuela, en cada recodo, ya se escuchaba la música alegre y pegadiza que inspiraba a bailar aunque no nos gustara ciento por ciento… era ALEGRÍA… ¡¡y contagiaba!!
En el último tramo, ella parecía acelerar el paso como deseando comenzar a moverse y disfrutar.
En la entrada, … lamparitas blancas colgadas entre los árboles y banderitas plásticas de colores, enmarcaban el “bailadero”.


Se percibían ganas y deseos acumulados desde el baile anterior… que había ocurrido hace algunos meses.
Nuestra presencia fue muy comentada. No sería fácil sociabilizar con el ambiente…, sin embargo ella se acercó a algunas personas que conocía del pueblo y enseguida la recibieron ofreciéndole un vaso de alguna bebida alcohólica, que aceptó por cortesía y hasta reclamó un segundo trago…
Sentí de todas maneras, que nadie se animaba a sacarla a bailar, su presencia era deseada pero no fácilmente asimilada, no sabían qué hacer con ella; mientras que sus pies se movían solos y su cadera se contoneaba sin dejar de ser ella misma. El resto del grupo que la habíamos acompañado, ni siquiera figurábamos en el reparto… completos seres anónimos a los que nadie veía. La fiesta se daba entre la gente del lugar, más la otra fiesta que la maga estaba viviendo. Eran dos festividades diferentes y complementarias que convivían perfectamente.
Finalmente, un hombre de nuestro grupo la sacó a bailar.
Dios mío!!!
Nunca imaginé lo que esa mujer deseaba festejar, danzar, volar… era una especie de mariposa y barrilete que dejaba de ser uno para ser el otro, mientras se mimetizaba con esa otra fiesta que ocurría al mismo tiempo y a la que habíamos sido invitados, regada de alcohol, sudores, risas fuertes y mujeres que nos observaban con recelo, mientras los hombres nos espiaban con deseo.
Supongo que todo terminó al amanecer… nosotros nos fuimos yendo por la sierra entrada la madrugada, con un cielo azul negro como todo reparo, mientras ella había decidido descalzarse para probar cómo era la tierra después de volar…

Alguien recordó al día siguiente, que “el príncipe” no había dado señales de vida…
Para lo cual, también, los mismos “alguienes” habían sembrado la duda, por no decir la “cizaña que crece mezclada con el trigo” de dudar de su sangre azul.
Yo, seguía esperando la historia de lo no ocurrido aún.
Mientras esa mañana, la maga mariposa, se disponía a hacer pan, pregunté si había alguna tarea para mi.

- si, preparar los moldes para el horneado y si querés… alcanzarme más centeno del sótano…

Yo temblé. ¿Otra vez pan de centeno y kummel?
Antes de que enunciara palabra sobre este pensamiento, ella aclaró…

- no… sólo centeno. No habrá kummel esta vez… no puedo desaparecer para saber qué busco. Pronto llegará él y debo estar bien visible.

Creí entender que ella presentía que el príncipe volvería, por lo cual inconscientemente me alegré, por lo que no sabía si tenía que alegrarme realmente.
Busqué el centeno entre las harinas de abajo, se lo alcancé y comencé con la tarea requerida de preparar moldes.
Mientras la veía amasar, sentía una mezcla de concentración y desinterés… como si estuviera muy lejos de esa mesa y esa masa que se armaba entre sus manos, estuve a punto de interrumpirla para conversar un rato, pero como si estuviera comenzando a entender sus códigos y a pensar como ella, no lo hice y sólo la acompañé. Los movimientos de danza que ella hacía sobre los bollos de pan, me daban la sensación de que “ya lo tenía”… ¿qué?... no sé.

- ¿vos no querés amasar? – me preguntó en un momento…

Recién en ese instante me di cuenta que yo también tenía que aterrizar de ese lugar al que ella me había llevado volando. Creo que debo haber contestado que “si”, mientras ya estaba atrapada en la tarea y caían las explicaciones del cómo, de la magia de la caricia a la masa para que sea recibida por los que compartan ese pan…y recordé: “compañero, quiere decir, aquellos que comparten el pan”… y en el mientras tanto, comenzó…



- “Las mujeres debemos respetar nuestros alquímicos procesos con toda la sabiduría que tenemos que recuperar, de siglos de pérdidas y discriminación; y dedicarnos al trabajo, de cuidarnos entre todas, de aliviar a las que padecen sufrimientos; a las que aún no despertaron; a las que aprendieron a pararse sobre sus dos pies; a las madres que lo han deseado por siempre y a las que no lo desearon nunca; a las que pueden decidir sobre sus cuerpos y sobre todo a las que no. Deseamos vivir en armonía, en la sabiduría de comprendernos y accionar desde nuestro ser femenino, utilizando nuestras herramientas, nuestras intuiciones, nuestra posibilidad de gestar.
Deseamos ser dueñas de nuestro mañana, para lo que primero seremos dueñas del HOY. Deseamos tener las mismas oportunidades que cualquier otro ser sobre esta tierra, hasta de los humanos.
Deseamos enseñar y aprender.
Deseamos ser vistas como lo que somos. Sin ser juzgadas por muy femeninas o por poco; por decidir amar a otra mujer o por no amar a nadie; por realizarnos profesional, política o espiritualmente; por manejar una empresa o cuidar cotidianamente a nuestra familia; por ser estéticamente delicadas y bellas o por no serlo”

Creo que la interrumpí… si, la interrumpí… ¿esto era cuestión de mujeres solamente?

- ¡No, por supuesto!

Si, de sabernos diferentes… los hombres también tienen su tarea… estamos en
un tiempo de comprender nuestras esencias, y al mismo tiempo comenzar a
“volver a relacionarnos” desde el respeto y el amor por el otro… pero todo
saldrá bien.- me dijo.

Mientras, iba acomodando los bollos en los moldes y seguía dándome señales, miradas, caricias,… mostrándome su alma. Y una vez más, casi sin pensarlo, le pregunté:

- disculpá, ¿pero a qué te referías con “él llegará y tengo que estar visible”?

- al sueño, al amor, a permitir que mi intuición se plasme, se concrete…

- ¿y cuál sería ese sueño, o ese amor?

- Si yo tuviera la certeza, no estaría tan atenta…, sé que aparecerá de repente, como algo que ocurre después de que el mago mueve su varita y dice “abracadabra”… así, sin pensar, de golpe…

- Claro, así llegan los verdaderos amores…

- No sé, … así llegan las sorpresas, que a veces se convierten en grandes amores y otras sólo son la sorpresa que después de ocurrida pasa a ser lo más pequeño y mínimo… algo que casi no tenía importancia.

- Me siento casi tonta preguntando esto… pero ¿seguimos hablando de los príncipes… y de uno en particular?

- Jaja… hablamos de todo a la vez… es como hablar de la armonía. La ARMONÍA es como ese estado perfecto de las cosas que hace que no haya trabas, oscuridades, ni miedos. La armonía es una música bella que acompaña y condimenta el funcionamiento de toda la MARAVILLA. Dicen los ángeles, que cuando dejamos que eso ocurra… que la armonía colme nuestros días, todo se facilita. Ellos trabajan menos, es su confianza en nosotros. Se relajan, sintiendo el latido de nuestros corazones, es como saber que el Gran Todo, está funcionando aceitado y nada ocurrirá que distraiga ese funcionar…
Si a vos te parece que esto es hablar del príncipe que está por llegar, o de la sazón de un plato o de la magia de habernos conocido… SI, hablo de todo eso; pero como te dije las otras noches… ya estás preparada para escuchar algo sobre la verdadera historia…



Pensé una vez más que cualquier interrupción en aquel momento sería un error… una estupidez, es más, creo que contuve la respiración para atesorar ese instante y que ella siguiera hablando como si yo no estuviera allí.

- hace unos tres años…y no voy a detenerme en ninguna explicación…, casi cuatro años, tuve una charla con un Dragón. Con él me enteré que los dragones no mueren y que suelen quedar como “detenidos” en alguna parte de la naturaleza; éste era un árbol. Como te decía… estuve casi tres horas hablando con un tala… que por supuesto no era un tala, si no, un Dragón. Debo confesarte, a esta altura, que lo extraño… Él me contó verdades que desconocía, pero entre esas verdades, me habló de mi… de quién era yo… de mi esencia… de todas las veces que nos habíamos cruzado antes, e incluso de aquello que yo iba a vivir en breve; hasta de esta, nuestra charla de hoy. Recuerdo perfectamente que una de las cosas que me dijo luego me la reafirmó otro ser… ése, por el que tanto preguntas…

Yo seguía urgiendo por preguntar, pero sabía que eso podía ser absolutamente contraproducente al distraerla de cualquier necesaria declaración que ella debiera hacer…

- sé que todos piensan que no soy fácil para enamorarme y que juzgo, rechazo, me cierro a algunas personas o situaciones… no es así… pero eso también, creo, lo estás entendiendo. De todas maneras no es una revelación que supe siempre, lo he comprendido hace muy poco. Realmente deseo sentir en esta vida, pero sé también, que por estos días no me ha tocado compartir camino con mi verdadero amor… me enviaron a alguien que es el reflejo de lo que viví, y lo agradezco infinitamente, es más sé que tengo una tarea recíproca con él… pero mi príncipe, me observa y cuida desde otra realidad. Lo comprendo y lo acepto.

No sé en que momento habíamos colocado los panes en el horno y ella había preparado un mate, mientras el perfume delicioso y embriagador del pan comenzaba a emborracharnos, nosotras seguíamos la conversación afuera de la cocina, en la terracita, rodeada de árboles, con un airecito fresco que, como dijera mi abuela, nos “devolvía el alma al cuerpo”… ya que la temperatura de la cocina había subido bastante. Lo ideal hubiera sido continuar la charla, con ese mate y con un trozo de pan en la boca y en el alma… que acababa de volver al cuerpo; pero ¡¡qué ingrata era!! ¿Cómo podía hablar de “lo ideal”? cuando estaba recibiendo un curso acelerado de magia pura, mansa, perfecta, inconmensurable.



Y por supuesto, ella continuaba…

- recuerdo perfectamente, cuando mi nuevo amigo, el Dragón, me contó que su propia vida había sido dibujada para acompañar y proteger a dos seres que se habían amado mucho y que uno de ellos había sido una princesa… de la cual yo quise conocer todos los datos… pero enseguida me aclaró que no era el tipo de princesa que yo conocía… que en aquella época, llamaban princesa a las mujeres que sanaban. Creí comprender que hablaba de algo así como una forma de reiki o sanación por imposición de manos, por lo que él me contaba… pero me aclaró que era algo mucho más sencillo. Ella curaba con sólo desearlo, con sólo llevar ese deseo a su corazón, y en el acto se producía la sanación. También me contó algo muy gracioso sobre la expresión “sana, sana, colita de rana”… parece que la primer princesa sanadora que existió, y te estoy hablando de mucho antes que la Tierra fuera lo que es, vio algo curioso que algunas ranas hacían con las piedras…, ya existían las ranas (bicho antiguo si los hay); ella descubrió que cada vez que una rana se rascaba la cola contra una piedra, esa piedra se convertía en bichito de luz. Así que primero pensó que las colas de las ranas eran mágicas y podían curar algo tan grave como que una luciérnaga se hubiera vuelto piedra…, pero parece que después comprendió que…

- perdón, pero también me gustaría preguntarte de curiosa nomás, ¿si eso quiere decir que todas las piedras que vemos son posibles luciérnagas?

- Algunas si, otras son ranas, y otras por supuesto, son piedras…

- ¿Ranas?

- Si, más adelante, ella misma descubrió que las ranas, no se rascaban sino que estaban poniendo su cola en la trompa de otra rana para que al olerla, la reconociera y supiera cómo volver a ser una rana. Biología simple y pura.

- Otra interrupción… muero de ganas por preguntarte por tu ser amado… ese otro príncipe del que hablaste

- …que es príncipe, porque también es sanador… con los hombres ocurre lo mismo, y no tiene nada que ver con las monarquías… eso ya está claro, ¿no?

- Absolutamente… pero huelo a pan listo y horneado.

- Si, si, sólo falta un minuto y medio… ya voy… Respecto a mi príncipe, creo recordar algo que siempre me decía, sobre nuestro paso por esta forma humana: “A veces pienso que alguien hace muchos siglos, nos hechizó con un hechizo tan sutil, que es casi imposible de romper. Los hechizos son “la duda” y ustedes no pueden con ella. Pensá en eso: la duda, los deseos, la concreción y el porqué no”. Y realmente pensé mucho en eso, pero primero voy a sacar el pan.



En ese momento varias personas, como si hubiera sonado una campana, comenzaron a entrar en la cocina… “mmmm, que olorcito rico”, comentaban en la generalidad del piropo que se dice desde el amor y desde el deseo de compartir lo que acababa de gestarse. El primero fue Felipe, había percibido que él tenía el mejor olfato de todos los que allí vivían, aunque estuviera a casi un kilómetro (que era lo que distaba realmente el camino de la entrada de la tranquera de la casa), él llegaba en el momento exacto de sacar los panes de los moldes y depositarlos sobre una rejilla de alambre para que se templaran… a lo cual seguía el diálogo eterno de, “Felipe, está caliente, te va a hacer mal”, pero siempre era tarde, él ya había robado un trozo generoso y salía por la puerta de la cocina a continuar su trabajo.
Esa tarde se había sumado al festejo del convite de pan con un rico café, aquel hombre panadero de profesión, que irónicamente dijo quedarse a comprobar si aquel pan era mejor que el suyo, cuando todos sabíamos que lo único que deseaba realmente era reflejarse en los ojos de la maga… y ella le devolvía el reflejo, sólo para que él sanara y comprendiera… eso también era “amor de verdad”, pensé yo.
Después de ese encuentro con risas, alegría, conversaciones eternas que nos acunaban en recuerdos viejos… y no tanto, Mirta, la reina de aquel palacio, entró a la cocina con un papel y un sobre en su mano. Todos detuvimos nuestra charla y las risas se serenaron, porque su cara traía un gesto extraño, que por supuesto, sólo la maga comprendió.

- esta carta es para vos, te pido disculpas por haberla abierto, pero venía dirigida a la hostería… “casi” no la leí.

La maga tomó el papel y sin que un solo gesto se dibujara entre su mirada y sus ganas, salió de la cocina hacia el jardín, a leer…
La carta no estaba fechada, no tenía remitente, el papel decididamente no era de esta tierra, y las letras dibujadas parecían estar suspendidas sobre él.

“Te he amado tanto que sólo quiero tu bien, quiero volver a ver tus ojos brillar por amor, como lo hiciste conmigo. Sanaste a tanta gente en nuestro tiempo. Lo hacíamos juntos,¿ recuerdas? Aquel día que te hable de la princesa que iba por los pueblos y curaba con su mirada y su palabra; sólo estaba recordándote nuestro tiempo… me han dado el beneficio de recuperar tu atención y es sólo para decirte que NO DUDES, QUE SIGAS ADELANTE… la prueba no será fácil y deberás dar el primer paso, pero SÉ QUE LO LOGRARÁS. Desde mi corazón de roca, te lo digo: CONFIÁ, ESTOY CONTIGO, COMO SIEMPRE, POR LOS ETERNOS TIEMPOS DEL UNIVERSO QUE NOS CONVOCA.
Tienes una bella tarea allí…termina de despojarte… ¡¡“ENCUENTRENSE”!! Vibren por fin todo lo que tienen guardado para ustedes. Sé que han colocado bastante en sus manos porque indudablemente podrán hacerlo. Dicen por aquí, que allí todo es caos… y el amor anda filtrándose, y ganando almas y amaneceres… te siento serena al mirarte, por lo que creo debe ser verdad.
Tus ojos aún tienen el brillo que conocí… estás bella y calma como te recuerdo… inocente en la entrega y atenta en el oído. Tu luz llega… se ve de aquí. Continúa. Ese muchacho me agrada, y no es ironía, es un digno compañero y bien sabes que a su través debes amansarte.
Este tiempo que ustedes viven, no es el que nosotros compartimos, ahora las formas son otras.
No creo que conversemos mucho más. Han sido generosos en permitir que me escucharas. Ya no dudes… no te demores. El espacio-tiempo está cambiando y antes de que termine de ocurrir deberán estar latiendo acompasadamente”.



Todos nos fuimos yendo de a uno de la cocina, mientras la veíamos a ella caminar entre las frambuesas, dar vueltas en círculo, hasta chocarse contra un abedul… tal vez fue eso… ahí se detuvo, levantó la vista… y desde donde yo estaba, la vi mover sus labios como si hablara con alguien que estaba por encima de su mirada. Pensé acercarme para ver si no se había lastimado, pero no, ella nunca se lastimaba; así que dio vuelta sobre sus talones y volvió a la casa.
Yo sentí que debía irme y dejarla sola… todos lo hicimos.
En ese momento sonó aquel aparatito de teléfono que la mantenía unida al mundo de los humanos y que en ella parecía casi absurdo… pero era real.
Un mensaje: “¿cómo andás? ¿Qué estás haciendo?”… era el príncipe…siempre reaparecía así.
Ella sonrió, casi como una niña, y yo dejé de mirarla porque esa imagen, la de su cara, era privada, no era para mi, era para las palabras que dedicaría a ese hombre.

Esa noche, en la cena, nos dijo algo definitivo… que luego comprendí, era algo así como pensar en un tiempo de “parte aguas”.

- mañana me voy, viajaré a Buenos Aires, necesito un tiempo allá, necesito escribir para ustedes, para mi y para quienes necesitarán leer lo que vendrá, lo que todos necesitamos saber para seguir caminando.

Creímos que estaba loca, pero sabíamos que nadie podía detenerla y pronto estaría de vuelta.
Y a los ocho meses, me buscó para mostrarme unas palabras y contarme el fin de la historia, que por supuesto, era sólo el comienzo.

Los olores invadían cada centímetro de la casa y ella supo a sus cinco años que jamás olvidaría esa apacible sensación que la acunaba… ¿príncipes? ¿Ranas? ¿Dragones? ¿Cartas de amor?… hubo muchos, y entre ellos la maga aprendió, lo que en esta vida había venido a aprender.
El amor, es uno.
Sólo hay que AMAR y SOLTAR.

10° AMAR Y SOLTAR.


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